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Historia de la conserva (III): Las latas de pescado, el alimento de la Guerra Civil

Latas-Guerra. Canthynnus Conservas gourmet
Por Carlos Doncel en Cultura, Sociedad

Durante los casi tres años que duró la contienda se alcanzaron unos máximos históricos en cuanto a producción conservera se refiere. La portabilidad, los nutrientes y la durabilidad de estos productos los hacían ideales para llevarlos al frente.

El sector conservero en Galicia ya estaba asentado en el primer tercio del siglo XX, pero fue en la Guerra Civil española cuando más creció. Las latas de pescado se convirtieron en alimentos de primerísima necesidad durante la contienda, y la ingente demanda de éstas en el frente hizo posible que se crearan nuevas fábricas para asegurar el abastecimiento. En un país destrozado por la batalla, las conserveras no paraban de producir.

Hasta ese momento, el comercio de la conserva se había proyectado casi en su totalidad a las exportaciones, algo que cambiaría a partir del 17 de julio de 1936. Tras el golpe de Estado que dio lugar a una larga guerra de tres años, gran parte de la producción se quedaba en tierras españolas. Las latas, que aseguran que el pescado se mantenga en buen estado durante mucho tiempo, resultaron fundamentales, y se convirtieron en un alimento esencial durante la Guerra Civil.

Control exhaustivo de la producción

Galicia fue una de las primeras regiones en caer ante el ejército sublevado. Este, que traía consigo una política militarista, aplicó de inmediato sus maneras en los territorios conquistados y, siguiendo la línea de control y autarquía, impuso una economía al servicio de las necesidades del ejército. Así lo explica Mariña López Rodríguez, directora del museo ANFACO, en un artículo titulado La conserva de pescado en la Guerra Civil española, alegando que los militares rebeldes se apresuraron a intervenir las industrias de las zonas ocupadas en pos de sus intereses, de forma que, desde aquel momento, tanto la producción como la regularización del trabajo se encontraba en manos del ejército.

Las consecuencias fueron que «a partir de julio de 1936, el tradicional mercado internacional deja paso al abastecimiento del ejército sublevado y de las poblaciones de los territorios liberados», afirma López Rodríguez. Además, añade que el ejército también hacía «requerimientos sobre la existencia de materias primas disponibles que debían presentar los primeros días del mes», o, en su defecto, cuando le fueran solicitados.

En este contexto de control de las empresas, existía una prohibición que impedía a las conserveras fabricar para particulares siempre y cuando las necesidades del propio ejército no estuvieran cubiertas. Asimismo, a partir de enero de 1939, se incorporaría a estas compañías una figura de inspector designado por el ejército que controlara in situ la producción.

La conserva, un sector que creció en la guerra

Sin embargo, y pese al exhaustivo control, la conserva fue “uno de los sectores favorecidos por la economía de guerra”, según revela el estudio El negocio de la Guerra Civil en Galicia. En este tiempo se registraron máximos históricos de producción y ventas “gracias a los pedidos de la Intendencia Militar, el abastecimiento de las poblaciones ocupadas y la excelente marcha de las exportaciones a Alemania y, en menor medida, a Argentina”.

Margarita Vilar y Elvira Lindoso, autoras del estudio mencionado, aseguran que a medida que avanzaba la guerra, la necesidad de producir conservas era más acuciante, ya que, conforme se conquistaban territorios, el número de personas a las que alimentar era mayor. Tanto es así que, declaran, “entre 1937 y 1938 las fábricas de conserva gallegas entregaron a la Intendencia Militar más de 24 mil toneladas de conservas de pescado”.

Este aumento de la producción coincide con el número máximo de empresas creadas en el sector.  Según expone López Rodríguez en su artículo anteriormente citado, la década transcurrida entre 1939 y 1949 culminó con el segundo momento histórico en el que más fábricas de conservas se habían fundado. Así, describe que, durante ese periodo de tiempo, llegaron a existir en Galicia hasta 250 conserveras, la mayoría de ellas en Pontevedra.

Para poder suministrar un número tan elevado de conservas se requería, por supuesto, mano de obra. Las jornadas laborales, cuya regulación, como se ha comentado previamente, también recayó en manos del ejército, se alargaron. De esta forma, expone la directora del museo ANFACO, las 44 horas que se habían estipulado como máximo durante la Segunda República, pasaron de nuevo a 48. Esto hizo posible que, si bien el número de empleados debía aumentar para mantener una producción continuada y en alza, no fuera necesario contratar un número mucho mayor de personas.

Un ejemplo de ello es la conservera de Antonio J. Cerqueira, en Vigo, que de producir 43.006 cajas de conserva con una plantilla de 110 trabajadores entre 1933 y 1935, pasó a fabricar 69.718 cajas con solo 20 obreros más entre los años 1936 y 1938, tal y como ofrece el estudio de Vilar y Lindoso.

El motivo de la demanda militar de este tipo de sustento residía en “la disponibilidad, la portabilidad, los nutrientes y la durabilidad de los alimentos enlatados”, según menciona Mariña López, lo que los convertía en unos básicos imprescindibles para la dieta tanto de los soldados en el frente como de los civiles “sacudidos por los azares belicosos”. Sin embargo, las necesidades que trae consigo una guerra abarcan más allá de la alimentación, y, para ello, en el caso de España y más concretamente de Galicia, las empresas conserveras tuvieron un doble papel protagonista.

De la lata, a la granada

La necesidad de suministrar a los ejércitos, no solo conservas, sino también armamento, se hizo evidente antes de concluir el primer año de la contienda. Para ello, y dado que España contaba con limitadas fábricas armamentísticas -algunas de ellas en territorio aún republicano-, el bando sublevado modificó las empresas conserveras en fábricas que los proveyeran de armas.

La Voz de Galicia hace mención en un artículo a la importancia que tuvo en este aspecto La Metalúrgica, en Vigo, una “poderosa industria conservera local haciendo latas, pero que también fue llamada a filas por Franco para armar a sus ejércitos con granadas de mano”. Este diario también menciona a la empresa Hijos de J. Barreras, quienes poseían tanto conserveras como el mayor astillero de carácter privado de Galicia. Su aportación al régimen se hizo en forma de bombas de avión, “granadas de mortero y otros tipos de proyectiles”, que se fabricaban en su astillero.

Además, el artículo El negocio de la Guerra Civil en Galicia, señala que la empresa de los hermanos Barreras tuvo que “recurrir a las horas extraordinarias con jornadas laborales de 22 horas –domingos incluidos–, para atender las demandas del ejército en 1937 y 1938”, lo que les supuso una reconversión total de su industria.

La última de las grandes conocidas de la época en tornar sus rutinas productivas fue La Artística, una empresa creada a finales del siglo XIX y que supuso la primera “sociedad gallega especializada en fabricar hojalata para la industria conservera”. Fue en 1938 cuando la militarización llamó  a su puerta, y lo que hasta el momento había resultado una firma más que rentable, pasó a producir granadas de mano modelo Laffitte.

En definitiva, la utilidad que tenían los alimentos enlatados en el frente posibilitó un enorme crecimiento en la industria conservera de Galicia. Un sector que, asimismo, vio cómo alguna de sus  fábricas tuvieron que reconvertirse a la producción de armamento durante el transcurso de la guerra. No obstante, al fin de la contienda, la política impuesta por Franco llevó a la conserva, como a tantos otras industrias, a sufrir problemas económicos. Esto se debió, principalmente, al cierre de las fronteras y a la ruptura con el mercado internacional, negocio que había mantenido a las conserveras a flote antes del golpe de Estado.

No te pierdas los capítulos de nuestra serie sobre la Historia de la Conserva:

Foto de portada: Latas de la Guerra. Cortesía de FUNPROMAR – MUSEO ANFACO, Vigo (2011)